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LA VUELTA A GUALEGUAY

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Un pesquero generoso ubicado en la provincia de Entre Ríos se constituye en una atractiva propuesta para realizar pesca con artificiales de tarariras y doradillos. Nuevamente, uno de nuestros colaboradores visitó Gualeguay y comparte con nosotros su experiencia.

 

POR OMAR CIVALE

Pasaron muchos días antes que pudiera volver a esos pagos a despuntar el vicio. En un contacto telefónico con el guía de pesca Jorge Cot, me enteré que el río no presentaba el marco ideal para la pesca de tarariras que quería hacer, dado que días antes había bajado unos 2,50 m., haciendo que se secaran casi todos los pequeños arroyitos que sirven de hábitat a esta especie tan combativa.

La expresión que usé  se la copié a Flavio, un odontólogo amigo:
— ¡¡¡ Naaaaa, na pue’ser !!!
Siempre me pasa lo mismo, la pesca estuvo muy buena hasta un día antes de llegar. ¿Será mi karma?
Solo me reconforta pensar que si fuera fácil, sería aburrido.

Y lo hice un jueves a la tardecita, presenciando una magnífica y apacible caída del sol, mientras recorría los pocos kilómetros que me separaban de mi destino.
La mañana del viernes se presentó fresca y clara, con algunas nubes lejanas.
Cuando llegamos a puerto Ruiz, quedé asombrado al ver el paisaje.
En abril, el agua llegaba a cincuenta centímetros del borde, la vieja estructura de madera apenas sobresalía en la superficie, hacia donde uno mirara veía agua y hoy el panorama es completamente distinto.
Donde ayer pasábamos con la lancha, hoy se ven campos con un verde intenso, tachonado de vacunos pastando.
Haciéndome una broma, Jorge me dijo:
-Te presento al río Gualeguay, es ese que está ahí abajo-.
Recordando aquel espectáculo dantesco, es cuando uno se da cuenta de la pequeñez del ser humano frente a la fuerza de la naturaleza.

Una vez embarcados comenzamos a recorrer el río, con rumbo al Pavón.
En la travesía pude observar una cantidad de asentamientos muy precarios en las orillas, habitados por depredadores más que pescadores, con una cantidad de mallones y espineles que asusta y casi todos presentaban la misma decoración a su alrededor, flotando en el agua o colgados de las ramas bajas, yacían los restos de todo tipo de animales como vísceras de peces en descomposición , macaes, coipos, gansos, garzas, lobitos de río, etc.,  porque estos bestias, con perdón de las bestias, cazan despiadadamente todo lo que se les cruza, solo por el placer de matar. Otrora había infinidad de carpinchos, vagando por las islas, hoy son un triste recuerdo.
Mención especial para las autoridades a quienes los pescadores deportivos les agradecemos por no hacer nada al respecto y mirar para otro lado.
Como corresponde, el día jueves a la tarde, en el puesto de control Brazo Largo, saqué mi permiso de pesca deportiva por un día,  nº 35707, pagando $ 20,00.- por el mismo.

Perdón por la digresión, pero si no hacemos algo entre todos, en poco tiempo la pesca va a ser historia.
Volviendo a nuestro tema, llegamos al lugar elegido, fondeamos el ancla y comenzamos a divertirnos con lo doradillos, quienes con su furia habitual, hacían cola para tomar nuestros señuelos.
La situación de pesca no era la ideal, soplaba una brisa fuerte del sur y como el río corre en ese sentido, no había más remedio que tirar contra el viento.
Usamos señuelos con cierto peso, que profundizaran un metro más o menos y de colores claros, como el amarillo y el naranja, estaban bastante selectivos, en ese sentido.
Como anécdota, un doradillo tomó un triple de un rattling, otro atacó tambien y una vez los dos prendidos y con el consabido despelote, en el salto de uno de ellos, me cortó limpiamente el multi, por un rato iban los dos a los coletazos, hasta que escupieron el señuelo, que quedó inservible.
El equipo lo completaron cañas de bait cast de 6,6 pies de acción media rápida y reeles rotativos tipo huevito, cargados con multifilamento de 30 lbs, rematado por un leader de acero de 15 cm., de 30 lb.

Cuando el sol calentó lo suficiente, y paró un poco el viento, decidimos ir a probar suerte con las tarariras.
Cuando izamos el ancla, con un poco de esfuerzo trajimos enganchado un espinel que habían dejado tirados unos tipos con quienes nos cruzamos en el río, que iban hacia el puerto.

Comprobamos que estaban prendidos cuatro o cinco doradillos, que de no ser por nuestra intervención, se hubieran muerto y descompuesto antes que estos depredadores volvieran.
Con mucho placer, con unos alicates, cortamos una punta del espinel y lo recogimos casi todo, luego cortamos la otra punta, cerca de la boya y  arrimándonos a una orilla lejos del campamento, lo escondimos entre los pastos, debajo de unas ramas.
“Algo es algo”, dijimos satisfechos y nos fuimos río abajo.

Debido a la bajante como comenté antes, los arroyitos prácticamente no tenían agua y sabiendo de antemano que las grandes se habían retirado,  igual decidimos probar, dejamos la embarcación varada en la orilla y  nos arrimamos a una boquita, con el agua apenas por debajo de las rodillas, comenzamos a buscarlas, después de varios intentos comprobamos que las pequeñitas estaban recostadas en las costas, mientras en el medio patrullaban los doradillos, así que lanzábamos los señuelos, Jorge un spinnfish mediano, amarillo y verde y yo una chancha subwart nº7 verde y amarillo, hacia la orilla opuesta y si éstas no tomaban el señuelo al hacerlo caminar un par de metros, eran los doradillos quienes se encargaban de atacarlo.
Era muy frustrante, pero a la vez divertido.

Visitamos varios de estos cursitos de agua y en todos ocurría lo mismo, las ‘tarus’ estaban apiladitas en las orillas contra los pastos y en el medio asolaba la patota dorada.
A la tarde, comenzó a nublarse y a soplar  viento del cuadrante estesudeste, lo que nos obligó a secarnos, abrigarnos y dar por terminada la jornada. La lluvia piadosa, esperó a que llegáramos  a puerto.
Debido a  su capacidad como guía profesional y mejor persona aún, Jorge Cot tiene todos los días tomados hasta navidad, o cerca. Quedó firme el pedido que en cuanto se le caiga alguna reserva, me llame e iré por la revancha.

Yo cerraba mis notas diciendo: “Si quieren pescar bien, hagan bien los deberes”.
A partir de hoy voy a cambiar el final y les diré: Si quieren seguir pescando, cuiden el río y los peces. Devolvamos al agua con vida a quienes nos brindan la satisfacción de hacer lo que mas nos gusta: PESCAR.

Hasta la próxima. Omar Ariel Civale

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